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miércoles, 13 de abril de 2011

El candidato

Por Joaquín Branne
Hace dos días que vengo pensando en escribir una nota sobre la ausencia de grandes equipos en esta edición de la Copa Libertadores. Vaya uno a saber porqué desistí antes de comenzar. Que la intuición, que la duda, la pocas ideas, no sé. Algo dentro de mí me decía que estaba equivocado. Que todo lo que podría haber redactado aquella tarde de nada hubiera servido, que hubiese faltado a la verdad. A mi propia verdad. Porque ahora sí estoy seguro que mis reflexiones eran equivocadas, que suponía mal y que ninguno de los que leyese esa nota compartiría mi opinión. No porque busque hacerlo, ni mucho menos. Nunca me interesó demasiado concordar mi manera de ver la cosas con los demás. Siempre confié en mi criterio, y si así no fuese, nada podría hacer, porque es mi criterio, el que me tocó. No da andar cambiando porque otros no piensan como uno. La cuestión es que aquella tarde, por suerte, no escribí nada. Si lo hubiese hecho me sentiría ahora un boludo, que no tiene criterio (o mejor dicho un mal criterio, porque todos tenemos), pero como no lo hice, ahora soy un sabio, un erudito, puras pavadas.


El partido de hoy entre Estudiantes y Cruzeiro hizo que revea mi opinión formada acerca del nivel de los equipos que disputan la Copa Libertadores. Un rato nomás de aquel encuentro me bastó para confirmar lo equivocado que estaba. Ver jugar al Cruzeiro me hizo cambiar. ¡Por dios, que bien que juegan!, pensé, pero obviamente no lo dije. Estaba en la platea de Estudiantes (equipo del que además soy hincha) y la verdad no tenía ganas de que me insulten gratuitamente por decir una obviedad que todos los que estábamos en la cancha pensábamos pero que nadie se atrevió a decir. Y yo tampoco.
La pelotita al piso, de acá para allá. Que a mi no me vengan a decir que no hay candidatos, dije en voz baja, contradiciéndome a lo que pensaba hace dos días. Ya sé, ahora voy a explicarlo. Antes de que lo piensen ustedes, lo aclaro yo. A mi particularmente, el Cruzeiro siempre me pareció un buen equipo, pero hasta ahí, nada del otro mundo, uno más de los que seguramente estén en la pelea por el título. Lejos estaba de mis pretensiones, de lo que yo espero de un candidato. Pero, como ya lo sabrán (¿lo dije alguna vez?) cambié.
Volvamos al partido que bastante entretenido estaba. Estudiantes al acecho, con todo al ataque buscando una victoria que le posibilite acceder como mejor segundo. ¿Qué es eso de mejor segundo?, que alguien me lo explique. A mí que no me vengan con esas boludeces. Segundos son los que están atrás del primero, no hay mejores ni peores. No existe. Una persona que aprecio dijo una vez: “De los segundos nadie se acuerda”. Hay casos que demuestran lo contrario, pero son pocos, poquísimos. La cuestión es que el pincha salió con todo, decidido a comerse a los negros de enfrente (no soy racista ni mucho menos, sólo es una manera cariñosa de nombrarlos. Es más siento un gran aprecio por ellos, una sana envidia). Y en su afán de victoria se descuidó atrás. ¿Y que pasa cuando te descuidas atrás con los brasileros? Sí, te abrochan. Así fue nomás como en quince minutos del primer tiempo, el local, el que hacía todos los méritos, perdía un partido que en la previa era una derrota cantada. Para nadie, o casi nadie, los suplentes de Estudiantes (con todo lo que eso implica) le ganarían a un equipo completo que juega como los dioses o por lo menos que pretende hacerlo, que es más valioso. Los de Berizzo siguen en busca del gol, prueban entrar de todas las formas posibles, centros, pases en profundidad, tiros de afuera del área. Intentaba todo el pincha en ese momento, pero la noche no parecía estar de su lado y el Cruzeiro, con experiencia, se aprovechaba de la falta de puntería y de la buena actuación del arquerito Fabio. Muy bueno la verdad el uno brasilero. Un fenómeno. De abajo, de arriba, de los costados, todo terminaba en sus manos. Sin dudas, la gran victoria se gestó en su figura. Con él seguro y el talento de los muchachos de mitad de cancha para adelante tenés asegurada media victoria Cuca (entrenador del equipo) querido. Olvidate, ni te preocupes. No te hagas mala sangre. Por más que intenten los jugadores argentinos no van a poder. Vos fumá. Pero él no hacía caso. Puteaba como loco. Enojado. Ni me quiero imaginar cuando el equipo anda mal. Lo que debe ser este tipo, insufrible. Con su mano derecha dibujada un círculo. Pretendía que su equipo agarre la pelotita y empiece a tocar, pero hasta los veinte del primer tiempo ni la vio el Cruzeiro. Más por voluntad propia que por no poder en sí. No imagino que este equipo no logre imponerse ante un combinado de jugadores suplentes, que más de uno no juega hace mil años. Los tipos prefirieron resguardarse atrás, tranquilo y después sí, cuando tenían los espacios salir como un cohete para adelante y liquidar el partido.
Para desgracia de Estudiantes y su gente, aquellos minutos que Cruzeiro se resguardó en su propio campo, no le bastaron. Poder convertir era casi ya una utopía. Es que el pincha tuvo cuatro situaciones claras, claras y nada, agua. Un viejo refrán dice que en el fútbol lo goles no se merecen, se hacen. Y eso es lo que volvió a hacer el Cruzeiro en tiempo de descuento. Una pinturita el segundo gol del los brasucas, tremendo. Una demostración clara de cómo se tiene que salir de contra. Pim, pum, pam y adentro. Tres toque nomás, fueron suficientes para poner el dos a cero parcial que les permitió ir al descanso, poco más que tomando una caipirinha en el camino. Tranquilísimos estaban por aquel entonces los muchachos de Cuca, menos uno. Sí, adivinó. El propio entrenador, que ni hasta cuando hacen un gol deja de dar indicaciones. Mamita querida. Pero bueno, más allá de eso, todo marchaba sobre ruedas para el equipo de Belo Horizonte.
Algunas caras largas en la platea obvio que se veían, pero la mayoría disfrutaba de un lindo partido de fútbol. Los del pincha acá, pensando en el segundo tiempo, en como revertir el resultado. Enfrente, bastante más felices, los ciento cincuenta brasileros presentes disfrutaban, bailaban, cantaban, todas las cosas que suelen hacer en su país. Estaban chochos y como para no estarlo! Si yo tuviera en mi equipo a Roger, a Fabio, a Gilberto también me re cagaría de la risa. Perdón si suelo ser reiterativo, pero la verdad es que me encantó el equipo. ¿Sabés porque me gustó tanto mi viejo? Porque siempre, pero siempre eh, intentaban dársela a un compañero. Vos me dirás, pero mirá la pelotudes que me estás diciendo y puede ser que sea cierto, no digo que no, pero me acostumbré a ver a nuestros equipos (los argentinos) tirándola para arriba, a cualquier lado, viendo si por esas putas casualidades de algún rebote te queda una para convertir. Ellos no, ni ahí, cortita y al pie. Obvio, tienen jugadores que saben, que son capaces de jugar hasta en la playa de la misma forma. Y si encima de tener una técnica única, corren como atletas, listo, olvidate. No hay chances. En verdad si las hay y sino que lo diga el propio Estudiantes en el 2009, cuando ante 60.000 almas brasileras se dio el lujo de dar la vuelta. Que recuerdo, hermoso la verdad. Pero ahora la cosa era distinta, el pincha perdía, injustamente, pero perdía en fin.
No sé que les habrá dicho el “Toto” en el entretiempo, pero los muchachos se vinieron abajo. Cansancio o resignación, alguna de esas dos cosas tenía que ver con el rendimiento del segundo tiempo. Cruzeiro, cómodo, disfrutando del partido, empezó a hacer lo que mejor sabe. Tener la pelota. Dásela a Roger, dásela a Roger que sabe papá. El número 17 de los azules la rompió toda. Hizo lo que quiso. Hasta se dio el gusto de manejar los hilos de sus compañeros. Sí, del partido no, de sus compañeros. Eran marionetas los otros diez, él les decía que hacer. Y ellos accedían, porque a los que saben hay que hacerles caso.
Pasaba el tiempo y nada de nada. Ya sin tantas llegadas, Estudiantes abusó del toqueteo intrascendente. Estaba claro, quería tenerla porque si era al revés iban a estar jodidos en serio.
Así fue toda la segunda parte. No hubo llegadas claras hasta los treinta y pico de minutos, cuando un grosero error de la defensa pincha dejó en soledad a Gilberto, que no sabes como se puso. Estaba re nervioso. Tanto que, en el mano a mano, se gambeteó a Orión y con un toque sutil puso el tres a cero final bajo una lluvia torrencial. La misma que momentos después desataría la locura entre los hinchas platenses. Así fue como terminó el partido. Estudiantes sufrió la derrota pero pasó a octavos. Cruzeiro ganó y clasificó como el mejor de todos los equipos. Y yo, confundido antes de llegar a estadio, me di cuenta que no sabía nada. Que hay un candidato serio, que Cruzeiro tiene con qué.  

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