Por Joaquín Branne
Como toda etapa de la vida tiene un fin, ésta no podía ser la excepción para Miguel Ángel Russo. Su resonante alejamiento a la dirección técnica de Racing revalidó lo que parece ser una verdad absoluta en el fútbol argentino: la extinción de procesos extensos.
Al igual que tantos otros, Russo debió soportar la carga de dirigir un equipo que desde la prensa se denominó como serio candidato a ganar el título y que muchos suponían lo contrario o al menos instalaban la duda sobre cuan real podía ser esa afirmación.
Desde ahí en adelante, el entrenador convivió con todo tipo de infortunios. Lesiones, reclamos, dudas y hasta un enfrentamiento entre dos jugadores. Por no querer generar aún más revuelos que alimenten a los programas de televisión, su figura, con el tiempo, sufrió el desgaste habitual de un fútbol incapacitado para soportar las adversidades.
"Racing es un camino largo y despacio. Ya hablé con los jugadores y les deseo lo mejor a todos. A veces hay apuros importantes que no tienen sentido, los saltos de calidad necesitan tiempo", declaró el propio entrenador en el anuncio de su despedida. Fiel a su estilo, aceptó la decisión de los dirigentes, aunque no la compartió. Para él, salir adelante y reponerse del mal campeonato realizado podía ser posible si sus tiempos eran los tiempos de la dirigencia. Si su criterio a la hora de armar el equipo era respetado por Molina y los otros escandalosos personajes que lo rodean. Convencido de su capacidad y soportado por una buena base de jugadores, Racing modelo apertura 2011 podía haber sido la contracara de este prometedor equipo, que por momentos jugó un buen fútbol y por otros no logró soportar la presión instalada. Al fin y al cabo, fue él quién logró recuperar la ilusión de una hinchada ávida por volver a la primera plana del fútbol argentino. Una promoción y un presente devastador no era tarea sencilla para ninguno. Y así todo Russo dio la cara en un momento crítico, soportando todo tipo de injusticias y trabajando silenciosamente, sabiendo que no hay mejor receta para salir adelante. Con él en el banco, Racing obtuvo el mejor porcentaje de puntos respecto a los seis técnicos anteriores. De 52 partidos dirigidos, logró 23 victorias, 9 empates y 20 derrotas, lo que da un total exacto del 50%. Bastante más que los 39% de Merlo y apenas por encima del 44% conseguido en las conducciones de Caruso Lombardi y Gustavo Costas.
Ni que hablar si nos referimos a materia de refuerzos. A su llegada al club la acompañó las contrataciones de Moreno, Licht, Toranzo, Gutiérrez, Hauche y Pillud entre los más destacados. Nada de Rosano, Brítez Ojeda y Tavio en su conducción. El buen ojo para optar por los dos colombianos fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes aciertos de Russo en el año y medio que estuvo al frente del equipo. Sus presencias en el plantel harán emocionar a más de un hincha acostumbrado a la mediocridad de las últimas décadas. La fórmula Gio-Teo promete mucho y el fútbol de galera y bastón seguramente se rememore en Avellaneda, aunque su gestor ya no estará en el banco para verlos juntos por primera vez.