¿ Quienes Somos ?

jueves, 29 de septiembre de 2011

Detrás de todo gran equipo hay un enorme entrenador

Por Joaquín Branne
Pases cortos y precisos, movilidad y alguna que otra gambeta. Las líneas juntas, la presión constante y el juego colectivo por encima de las individualidades. El modelo que Guardiola implementó en el Barcelona no admite objeciones y difícilmente pueda ejecutarse mejor. “Creo en el trabajo, el esfuerzo y el talento. Sé que sólo no puedo hacer nada, que necesito otro mundo. Será un trayecto duro pero persistiré. Es un trabajo complicado, pero gratificante”.
Desde su arribo a la dirección técnica del equipo, Josep plantó su estilo inalterable y ya en las primeras prácticas inculcó la metodología de trabajo que pretendía en el plantel. Para cada jugador diagramó una función clara y especifica que potencie las virtudes y se complemente con el juego del equipo. Nada de vueltas, flechas y conceptos filosóficos inentendibles. Entre sus principios, Guardiola priorizó la entrega, la libertad, el equilibrio y la solidaridad. No negoció jamás los incumplimientos pero aceptó como nadie los errores en los momentos más difíciles.
Durante los partidos, es un espectador más. Disfruta del juego, alienta a sus dirigidos y, en ocasiones, reclama por el maltrato que reciben. Ver jugar al Barcelona significa para él lo mismo que para cualquier fanático. Como producto genuino de La Masía que es, Guardiola siente un amor incondicional por el club. Es entrenador pero también hincha y como tal, no puede permitirse los desaciertos. En la semana, lejos de los flashes y la presión de los partidos, su perfil cambia por completo. Obsesivo del trabajo, interrumpe constantemente las prácticas y dialoga al máximo con sus jugadores. Les da confianza, pero sobre todas las cosas, los incentiva a seguir creciendo. Su apoyo para con el plantel es incondicional y eso deriva en una sana convivencia. Es un líder distinto al que fue como jugador. En su nuevo rol, Guardiola escucha y comprende. No se queda sólo con lo estrictamente futbolístico. Se interesa por la persona e intenta ayudar en cuanto puede. Lo humano por sobre lo profesional ha sido siempre uno de sus principales lemas: “Unos meses antes del Mundial de Sudáfrica, a Josep no le importó aparecer con una nariz de payaso para colaborar con una causa benéfica: participar activamente en el libro Relatos del mundial, obra destinada a ayudar a Payasos Sin Fronteras. El técnico del Fútbol Club Barcelona no sólo colaboró con su imagen, sino que escribió el prólogo del libro. En la presentación de esta iniciativa solidaria, Guardiola bromeó sobre el vestuario del Barca: “Piqué es el más payaso”, cuentan Juan Carlos Cubeiro y Leonor Gallardo en el libro “Mourinho versus Guardiola”.
En su breve pero exitosa carrera como entrenador, Josep difícilmente pueda reprocharse algo. Cuando estampó la firma y se transformó oficialmente en el nuevo técnico del Barcelona, su objetivo fue claro y contundente: lograr todos los campeonatos posibles. Para eso trabajó y dedicó gran parte de su tiempo. No le asustaron las críticas en sus primeros malos resultados y confió ciegamente en cumplir las metas pese a ser su experiencia inaugural como DT en la primera división del fútbol español (un año antes había coronado al Barcelona B en la tercera categoría).
Con un plantel de estrellas, Guardiola se sintió protegido y en cada jugador depositó una enorme confianza. No fue un visionario en otorgarles la tarea de conducción a Xavi e Iniesta, pero sí lo fue cuando, en uno de los tantos encuentros que mantuvo con Messi, le posibilitó jugar dónde él se sintiese más cómodo. La libertad de La Pulga derivaría en su mejor versión y lo catapultaría al reconocimiento mundial. Goleador supremo y notable asistidor, Messi hizo lo que quiso en el año que el Barcelona barrió contra todos y consiguió los seis títulos en disputa. “Es un jugador de Playstation”. Así lo definió, con cierto grado de resignación, Alex Ferguson tras la derrota del Manchester United en la final de la Champions League del 2009.
El desenlace de la película no tardaría en llegar. En el lujoso emirato de Abu Dhabi, Barcelona puso el broche de oro a una inmejorable temporada y con un corazón enorme logró derrotar en la final del Mundial de Clubes a un noble Estudiantes, que fiel a su estilo, luchó hasta lo último. En la celebración, Guardiola se emocionó y las cámaras no tardaron en hacerle un primer plano. El objetivo estaba cumplido: seis de seis y un equipo que seguramente será recordado como uno de los mejores de todos los tiempos.
La historia continuó y el Barcelona siguió cosechando éxitos. Pero mejor detener el reloj y quedarse con la imagen de Guardiola, esta vez arrodillado, llorando como un nene que acaba de perder su pelota. Vaya juego de palabras guarda este final. Guardiola y las pelotas. Las pelotas y Guardiola. No hace falta decir más nada. Que cada uno haga la relación que crea conveniente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario