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lunes, 30 de julio de 2012

Orgullo nacional





 Por Joaquín Branne
Ya no alcanzan las palabras para describir a estos doce guerreros que ayer por la tarde volvieron a dejar bien en alto la bandera argentina con una sensacional actuación ante Lituania. En su debut olímpico en Londres, la generación dorada lució su mejor versión, hacía tiempo no se los veía tan bien, y dejó sin respuestas a una de las selecciones de mejor nivel. Kleiza y cía. no fueron más que espectadores de lujo. La cómoda victoria por veintitres puntos (102 - 79) lo deja en evidencia. Fue tanta la superioridad Argentina que, inteligentemente, Lamas pudo darle rodaje a unos cuantos suplentes (gran ingreso de Campazzo y Jasen) pensando en la necesidad de contar con variantes para los próximos encuentros. Luifa fue el que menos tiempo miró el partido desde el banco. El ala pivot  argentino es nuestro hombre fuerte. El jugador capaz de luchar a muerte cada pelota, pero también quebrar cinturas con sus movimientos indescifrables en la pintura. Si Ginóbili es Messi, Scola es Aguero. Tan determinante en esta selección como el delantero argentino. Junto con Manu, con el que por cierto se entiende tan bien o mejor que Lio y Kun, son los abanderados de esta ilusión. Los experimentados que guían a los más chicos y los responsables del buen andar colectivo. Ayer, ambos entraron en el podio. Los méritos están a la vista de todos. Para Scola la noche rozó la perfección: treinta y dos puntos, cuatro asistencias y tres bloqueos. Tan determinante en el ataque como en la defensa. Erró menos de lo que acertó y se cansó de sacar faltas. Una verdadera bestia.
Manu no anduvo tan derecho con el aro pero apareció en los momentos claves para despejar todo tipo de riesgo. Fue el Dennis Rodman de la selección. Capturó ¡10 rebotes!, anotó 21 puntos y repartió seis asistencias en los treinta y dos minutos que estuvo en cancha. Su talento, como el de Lionel, no deja de sorprender. A los 35 años sigue dando cátedra y juega con la pasión de un chico que recién está dando sus primeros pasos. Dentro de la cancha es indispensable pero fuera de ella también. A la salida del estadio, sin ocultar una inmensa alegría por lo obtenido, repartió elogios para todos sus compañeros. Delfino fue el más mimado. Sin poder haber hecho la preparación con normalidad por una lesión inguinal, entró en cancha y en un abrir y cerrar de ojos encestó seis triples en la misma cantidad de intentos. Una artista del lanzamiento. Su técnica es perfecta y su corazón, enorme. No por nada juega en la liga más importante del mundo. Su planilla se cerró con veinte puntos, un robo y una asistencia en sus veintidos minutos.
En segunda fila aparecen Prigioni, Nocioni, Pipa Gutiérrez y el siempre voluntarioso Hernán Jasen. Ellos son tan importantes como las estrellas de la NBA. Nada de lo que Scola hace podría ser posible sin la mano de Prigioni para asistir en el lugar y en el momento preciso. Bien merecida tiene su llegada a la liga de los mejores. Tanto esfuerzo reclamaba una recompensa de este tipo.
Lo de Chapu no sorprende. Es conmovedor verlo luchar por cada pelota como si le estuviesen queriendo robar a sus hijos. Jamás se sentirá derrotado. Es el alma de este equipo. Un líder con todas las letras. Sus compañeros lo adoran y la gente también. Ayer, cuando voló por encima de una mesa ubicada al costado de la cancha, Scola y Ginóbili salieron disparados para ayudarlo a levantarse. Después del partido Manu explicaría la razón: "Fuimos a ayudarlo primero porque queríamos ver si no le había pasado nada grave y segundo para que el rival sepa que ésto somos nosotros, un grupo que deja la vida". Sí, crack, lo sabemos bien. Son un equipazo. La selección que mejor nos representa desde hace años.

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