Por Joaquín Branne
Ya no alcanzan las palabras para describir a estos
doce guerreros que ayer por la tarde volvieron a dejar bien en alto la bandera
argentina con una sensacional actuación ante Lituania. En su debut olímpico en
Londres, la generación dorada lució su mejor versión, hacía tiempo no se los
veía tan bien, y dejó sin respuestas a una de las selecciones de mejor nivel.
Kleiza y cía. no fueron más que espectadores de lujo. La cómoda victoria por veintitres puntos (102 - 79) lo
deja en evidencia. Fue tanta la superioridad Argentina que, inteligentemente,
Lamas pudo darle rodaje a unos cuantos suplentes (gran ingreso de Campazzo y
Jasen) pensando en la necesidad de contar con variantes para los próximos
encuentros. Luifa fue el que menos tiempo miró el partido desde el banco. El
ala pivot argentino es nuestro hombre
fuerte. El jugador capaz de luchar a muerte cada pelota, pero también quebrar
cinturas con sus movimientos indescifrables en la pintura. Si Ginóbili es
Messi, Scola es Aguero. Tan determinante en esta selección como el delantero
argentino. Junto con Manu, con el que
por cierto se entiende tan bien o mejor que Lio y Kun, son los abanderados de
esta ilusión. Los experimentados que guían a los más chicos y los responsables
del buen andar colectivo. Ayer, ambos entraron en el podio. Los méritos están a
la vista de todos. Para Scola la noche rozó la perfección: treinta y dos
puntos, cuatro asistencias y tres bloqueos. Tan determinante en el ataque como
en la defensa. Erró menos de lo que acertó y se cansó de sacar faltas. Una
verdadera bestia.
Manu no anduvo tan derecho con el aro pero apareció en
los momentos claves para despejar todo tipo de riesgo. Fue el Dennis Rodman de
la selección. Capturó ¡10 rebotes!, anotó 21 puntos y repartió seis asistencias
en los treinta y dos minutos que estuvo en cancha. Su talento, como el de
Lionel, no deja de sorprender. A los 35 años sigue dando cátedra y juega con la
pasión de un chico que recién está dando sus primeros pasos. Dentro de la
cancha es indispensable pero fuera de ella también. A la salida del estadio,
sin ocultar una inmensa alegría por lo obtenido, repartió elogios para todos
sus compañeros. Delfino fue el más mimado. Sin poder haber hecho la preparación
con normalidad por una lesión inguinal, entró en cancha y en un abrir y cerrar
de ojos encestó seis triples en la misma cantidad de intentos. Una artista del
lanzamiento. Su técnica es perfecta y su corazón, enorme. No por nada juega en
la liga más importante del mundo. Su planilla se cerró con veinte puntos, un
robo y una asistencia en sus veintidos minutos.
En segunda fila aparecen Prigioni, Nocioni, Pipa
Gutiérrez y el siempre voluntarioso Hernán Jasen. Ellos son tan importantes
como las estrellas de la NBA. Nada de lo que Scola hace podría ser posible sin
la mano de Prigioni para asistir en el lugar y en el momento preciso. Bien
merecida tiene su llegada a la liga de los mejores. Tanto esfuerzo reclamaba
una recompensa de este tipo.
Lo de Chapu no sorprende. Es conmovedor verlo luchar
por cada pelota como si le estuviesen queriendo robar a sus hijos. Jamás se
sentirá derrotado. Es el alma de este equipo. Un líder con todas las letras.
Sus compañeros lo adoran y la gente también. Ayer, cuando voló por encima de
una mesa ubicada al costado de la cancha, Scola y Ginóbili salieron disparados
para ayudarlo a levantarse. Después del partido Manu explicaría la razón:
"Fuimos a ayudarlo primero porque queríamos ver si no le había pasado nada
grave y segundo para que el rival sepa que ésto somos nosotros, un grupo que
deja la vida". Sí, crack, lo sabemos bien. Son un equipazo. La selección
que mejor nos representa desde hace años.
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